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Ética y moralidad en la representación de casos reales de crimen

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​El género del crimen verdadero, conocido como ‘true crime’, ha alcanzado una popularidad sin igual en los últimos años. Este fenómeno se refleja en diversos formatos, como libros, películas, series y podcasts que analizan casos reales de delitos y sus protagonistas. No obstante, esta tendencia ha generado debates éticos y morales acerca de la representación de los criminales y las posibles repercusiones para las víctimas y sus familiares.​

Un caso reciente que ha intensificado estas discusiones es el libro «El odio» del autor Luisgé Martín. La obra se enfoca en el personaje de José Bretón, condenado por el homicidio de sus hijos en 2011, intentando explorar su perfil psicológico. Para ello, Martín llevó a cabo una serie de intercambios con Bretón, incluyendo cartas y visitas en la cárcel. La publicación de este libro ha provocado una fuerte reacción por parte de Ruth Ortiz, madre de las víctimas, quien ha manifestado su oposición a la obra. Ortiz sostiene que el libro revictimiza a sus hijos y afecta su derecho al honor y a la privacidad. Además, la Fiscalía de Menores ha solicitado la suspensión provisional de la publicación, subrayando la importancia de proteger los derechos de los menores afectados.

Este suceso destaca la complicada relación entre la libertad de expresión y la salvaguarda de los derechos de las víctimas. Mientras algunos respaldan el derecho de los autores a investigar y contar historias reales, otros advierten que hacerlo sin el consentimiento de los involucrados puede presentar dilemas éticos.

La industria del crimen verdadero ha visto un marcado crecimiento, con producciones que intentan explorar la psicología de los delincuentes y los pormenores de los delitos. Series como «Making a Murderer» y «The Jinx» han acaparado la atención del público, presentando narrativas profundas que incitan a la reflexión. En España, documentales como «El caso Asunta» han provocado discusiones sobre la ética en la representación de casos reales y la responsabilidad de los creadores al tratar tragedias que aún impactan a las familias afectadas.

La frontera entre el interés legítimo del público y el sensacionalismo es borrosa. Aunque algunos sostienen que las producciones de crimen verdadero proporcionan un valor educativo y social, otros advierten sobre el peligro de minimizar el sufrimiento de las víctimas y de dar visibilidad a los criminales que anhelan notoriedad. La humanización de los asesinos en estas historias puede interpretarse como una forma de empatía o, por el contrario, como una táctica para aumentar la audiencia y el beneficio comercial.

La línea entre el interés legítimo del público y el sensacionalismo es difusa. Mientras que algunos argumentan que las producciones de ‘true crime’ cumplen una función educativa y social, otros advierten sobre el riesgo de trivializar el sufrimiento de las víctimas y de otorgar una plataforma a los criminales que buscan notoriedad. La humanización de los asesinos en estas narrativas puede ser vista como una forma de empatía o, alternativamente, como una estrategia para aumentar la audiencia y el impacto comercial.​

La responsabilidad ética recae tanto en los creadores como en los consumidores. Los primeros deben considerar el impacto de su trabajo en las personas afectadas por los eventos que narran, buscando un equilibrio entre la libertad artística y el respeto por los derechos de las víctimas. Los segundos deben ser conscientes del contenido que consumen, reflexionando sobre las implicaciones de apoyar producciones que pueden perpetuar el sufrimiento de las personas involucradas.

Por Otilia Adame Luevano

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